La infancia es una época corta en la que los niños aprenden y absorben una enorme cantidad de información. Son como pequeñas esponjas que van observando el mundo a su alrededor y adquiriendo el conocimiento.
En esta etapa, en la que los rodeamos de amor, van a adquirir las herramientas y valores para enfrentar el mundo, van a pulir ciertas actitudes para vivir en sociedad y nosotros como padres nos preocupamos y ocupamos de que tengan a la mano todo lo que pueden aprender.
En esta búsqueda de prepararlos lo mejor posible descubrimos como el cerebro está preparado para recibir toda la información posible y cómo los primeros años son fundamentales.
Leemos y nos informamos sobre muchos temas, el aprendizaje de idiomas en etapas temprana de la vida, la importancia del deporte y lo bien que se puede dominar un instrumento o disciplina cuando se comienza de pequeño.
Nos hacen falta horas en la semana para meterlos a las clases extras suficientes para que puedan explorar y aprovechar todo el potencial que tienen; sin embargo en este ir y venir siento que a veces olvidamos la importancia del ocio en la vida de nuestros hijos.
El divino ocio, esas horas de hacer nada y por hacer nada no me refiero a cero actividad sino a la libertad de los niños de elegir sus juegos, de tirarse al pasto y ver las nubes, de leer un cuento o simplemente quedarse observando la naturaleza o algo que les llame la atención.
Seguir leyendo el artículo completo aquí….